Un sueño hecho realidad.
Cuando yo tuve uso de razón mi padre ya tenía el Amstrad. Tanto es así, que mis primeros recuerdos tienen forma de píxel verde. Recuerdo perfectamente cómo jugábamos los tres, mi hermano, mi padre y, ocasionalmente yo, con ese ordenador. Los juegos del Amstrad nos unían. Aquellos juegos maravillosos tienen, y tendrán siempre, un gran valor nostálgico para mi. Yo me implicaba mucho emocionalmente hasta cuando no era yo el que jugaba. Sufría, me alegraba, lo que le sucedía al protagonista era como si me estuviese sucediendo a mí. Supongo que eso sucede porque cuando eres pequeño eres muy susceptible, te marcan mucho las cosas, y a la vez eres muy receptivo.
No sabría decir cuál fue el primer juego de Amstrad que vi. Pero creo que el primero que tuvimos fue un pack de cuatro de OCEAN y US GOLD en el cual venían: el BEACH-HEAD, el JET SET WILLY, el SABRE WULF y el DALEY THOMPSON'S DECATHLON.
¿ Quién no recuerda el JET SET WILLY ? Era uno de nuestros juegos favoritos, había tantas habitaciones por explorar que nunca las vimos todas. Confiábamos en que algún día recogeríamos todos los ítems y llegaríamos al dormitorio, pero recientemente he descubierto que ... ¡ es imposible acabar el juego ! El programador ocultó dos ítems de manera que fuese imposible cogerlos. Tonto no era, el tío.
¿ Hay alguien que no haya jugado con el SABRE WULF ? En ese juego sí que me implicaba emocionalmente. Cuando llegábamos a un sitio donde aparecía un lobo, me asustaba porque nunca sabías cuándo iba a aparecer, y tampoco se podía luchar contra él, te tenías que esconder. Fueron tantas las veces en que mi padre y mi hermano arriesgaron y se encontraron al lobo delante... vaya sustos me pegaban. Y luego había el brujo. No sé cómo, mi padre había descubierto un camino que llevaba a un brujo, una especie de chamán. Y el camino no era precisamente fácil, estos días he tardado horas en volver a encontrar el camino correcto. El brujo sí que me asustaba, no podía verlo, les suplicaba que no llegasen, pero lo hacían y a medida que me fui haciendo grande tuve más ganas de ver bien el brujo. Cuando era pequeño tenía la idea de que era un brujo enorme, de que ocupaba toda la pantalla. Hace pocos días he podido comprobar que tiene el mismo tamaño que el protagonista, vamos que es un enano.
Los años fueron pasando y nos compramos muchísimos juegos de Amstrad. La mayoría, en un momento u otro, dejaron de funcionar. Recuerdo en especial uno que regalaron a mi hermano que se llamaba CHARLY DIAMS. A mi ese juego me gustaba mucho, fue una pena porque se borró a los pocos días. Los disquetes de Amstrad eran muy susceptibles, si los dejabas cerca del ordenador se borraban. También recuerdo con mucho cariño LA ABADÍA DEL CRIMEN, un juego basado en El Nombre de la Rosa, una novela de Umberto Eco. Ese también se borró y quise volver a recuperarlo por todos los medios. Hoy en día no me explico qué le encontraba a un juego tan simple y horrendo (horrendo en el sentido que deja por los suelos la excepcional historia de Umberto Eco). Pero sin duda el que más he echado de menos ha sido el DUSTIN. Ese juego sí que era mítico, llegamos hasta a pasárnoslo. Me acuerdo perfectamente del final, tenías que ir con una especie de estatua y dársela a un tío que no te dejaba pasar en la playa, después ya podías coger la barca y el juego se acababa. Pero, claro, también se borró. Fue quizás el juego que más me gustó de Amstrad. Actualmente lo tengo, pero ya no me acuerdo cómo se jugaba.
Siempre recordaré esos juegos, no por lo que son, sino por lo que significaron en mi vida, en mi infancia. Y por mucho que mejoren los juegos actuales, ninguno será como los de antes. No puede haber juegos como los de antes, no porque hayan cambiado los juegos, sino porque nosotros no somos los que éramos antes. Por eso es bueno que existan los emuladores, colaboran a que la gente como yo podamos cumplir nuestros sueños. En mi caso, gracias a un emulador he podido volver a sentirme el niño que fui hace muchos años, y eso es algo que no tiene precio.