Artículos de Opinión & Reportajes


Internet


Artículo realizado por
Antonio Montesinos







Telefónica, hijo único.

Telefónica ha sido durante muchos años la única forma de tener teléfono en España. Una empresa estatal preocupada únicamente de obtener beneficios a toda costa y de aumentar ingresos sin tener en cuenta para nada los intereses de los usuarios. Hace años el servicio era penoso, todos recordamos los cruces de líneas, fallos en el sistema y demás deficiencias de una red de teléfonos que empezó a levantar un poco la cabeza con la llegada de los 80 y con la remontada de España a nivel internacional. Esta situación de privilegio hizo que "La primera multinacional española" comprase parte de las infraestructuras de telecomunicaciones de países sudamericanos para sacar también tajada de nuestros vecinos en América. Era parte del orgullo español.

Aparte de imponer la tarificación que les venía en gana gracias a la libertad de no tener competencia con la que luchar, el sistema de cobro por el servicio no tenía desperdicio. Te facturaban por pasos, pagando siempre más de lo que has consumido y si tenemos en cuenta el tema de las cabinas, donde en muchas ocasiones se tragaban parte del cambio, el descaro es mayúsculo. Y no sólo eso, esto de lo que hablamos se circunscribe al ámbito del servicio general de llamadas. Telefónica ofrece aparte servicios de transmisión de datos y telecomunicaciones a empresas de nivel medio-alto y alto, donde los beneficios son pingües.

Con la llegada del PP, José María Aznar concede a su amigo de la infancia y compañero de colegio, el Sr. Vilallonga, presidente de Telefónica, la posibilidad de privatizar la empresa. Y allá va. Hoy telefónica tiene intereses repartidos a los cuatro vientos, unos ingresos millonarios y participación directa en los gustos e intereses de los ciudadanos con su entrada en grupos de control de medios de comunicación. La situación es inmejorable.

Llegan nuevos aires. Somos europeos y ya no se puede aguantar más la situación, sería demasiado descarado. Para modernos nosotros, los españoles, ¿hay que liberalizar el mercado de las telecomunicaciones?, no se hable más. Ya tenemos encima al segundo operador de telefonía y en poco tiempo los que faltan por llegar. Aparece Retevisión cobrando por segundos y en Telefónica se tiran de los pelos declarando que vaya descaro y falta de respeto haciendo competencia desleal. Sin palabras.

A todo esto Internet empieza a subir como la espuma (y lo que queda). Retevisión compra RedesTB y Servicom y se hace de una vez con los proveedores de acceso que mayor número de usuarios aglutinan en España. Los Telefónicos andan locos para no quedarse atrás y comerse las sobras. Mientras tanto, el operador alternativo aún no tiene posibilidades de ofrecer servicio de llamadas locales (gran pedazo de la tarta) aunque prometen que llegará pronto. El gobierno se luce con su última oportunidad de subir las tarifas, los más perjudicados los usuarios de Internet, a quienes la subida les afecta en más del doble. Telefónica dice que como la subida no ha sido cosa de ellos no les parece bien.

A estas alturas Telefónica sigue presumiendo de ser una de las empresas punteras del país y que su trabajo es comparable al de las grandes multinacionales internacionales del sector. En Estados Unidos, las grandes multinacionales del sector casi regalan las llamadas locales y a los usuarios de Internet les cobran 3.000 o 4.000 pesetas al mes para que se conecten el tiempo que les de la gana. Aquí muy modernos en todo menos a la hora de sacar las pelas. El creciente número de usuarios que dependen de Internet para su trabajo ha de pagar actualmente el tiempo de conexión a la red a unas tarifas elevadas y que se duplicarán en poco tiempo. Esa fantasía de la conexión total hoy es posible en nuestro país a un precio desorbitado, empieza a sonar por algunos círculos oficiales el concepto de tarifa plana que se afirma y desmiente un día sí y otro también y mientras tanto, Internet, ese símbolo de modernidad del que cada vez hablan más políticos e intelectuales, bastión de libertades y piedrecita en el zapato que se puede convertir para muchos Estados está al alcance sólo de una minoría con holgada capacidad y, si las cosas siguen así, en vez de más cada vez seremos menos.

Así están las cosas. Seguimos siendo el país del chollo. Del chollo de lo nuevo. Muy modernos en todo, muy vanguardistas, ciber-esto y tecno-lo-otro pero a la hora de la verdad si no hay pela no hay tela. Y Telefónica, empresa que ha sido pagada por todos los españoles y crecida bajo la tutela del Estado la primera beneficiaria. Nada nuevo bajo el sol.

Hay cosas más importantes de las que quejarse, por supuesto. Pero esto nos toca muy de cerca a cada vez más personas que dependemos este nuevo invento para vivir y somos nosotros los que vamos pagando la novatada. Telefónica es actualmente la amargura del usuario de Internet, que ha de contar sus minutos de conexión y restringir sus posibilidades porque hay gente que se está comiendo un pastel muy grande a costa de esta clase media trabajadora que ha encontrado en la tecnología su forma de ganarse la vida.






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