Y como no podría ser de otra manera, una de las salas más importantes de nuestro Museo del Futuro se halla dedicada íntegramente al transporte, más específicamente al auténtico ícono del pasado Siglo XX: el automóvil. Aquí, como en otras áreas, no todo ha cambiado tan radicalmente como auguraban las películas de ciencia-ficción. O al menos, no tan completamente. Para aquellos amantes de los motores, que se deleitan acertando al momento más apropiado para acelerar en una curva, o introducir un rebaje haciendo rugir el motor, los automóviles poseen todavía un no tan cómodo puesto de manejo, que en un 30% de la red vial puede usarse. Para el resto de los mortales, que desean disfrutar del paseo o trabajar mientras viajan, la electrónica ha tomado por completo el control del vehículo. Basta con tomar asiento y ser identificado –por si no lo recuerdan los aparatos personales de transmisión de voz llevan un identificador personal que registra químicamente la identidad del titular del auto, comparándolo regularmente con bancos de datos de sólo lectura- para que la memoria del vehículo acomode el asiento activo a nuestra talla y peso, ajuste los cinturones de seguridad y "back-heads" –apoya cabeza- y nos ofrezca un menú de los destinos más frecuentes en función de la situación. Para ello la lógica lee el día de la semana y hora actuales, cuántos y quiénes viajan con nosotros y se vincula con nuestra agenda para ver si tenemos citas a las que estemos acudiendo o que pudiéramos haber olvidado. Además chequea con el verificador de identidad nuestro estado de salud y ánimo para evaluar nuestra capacidad de respuesta, a la vez que cumplir con la reglamentación vigente de no permitirnos controlar el automóvil más allá de cierto nivel de substancia
s tóxicas en la sangre. En casos extremos, la unidad según nuestras propias órdenes pre-grabadas, podría optar por llevarnos a la unidad de salud más cercana -según nuestro plan social lo autorice-. Una vez reconocidos, si vivimos en una zona alejada, a menos que indiquemos lo contrario, nos llevará hasta el acceso más próximo mientras comunicamos el destino final. Esto implica que aún en calles no "conectadas" el automóvil puede desplazarse por propia lógica, claro que a una velocidad más baja y utilizando el juego completo de sensores de que dispone. Una vez "en ruta" el equipo evalúa permanentemente la velocidad óptima entre nuestra ansiedad y el consumo de combustible, el estado del tránsito, el informe de destino de cada uno de los móviles circundantes y su autodiagnóstico, junto con punteros inteligentes ubicados regularmente en la ruta que señalan el estado del pavimento, y el nivel de congestión más allá de donde los "sentidos" del auto pueden ver. Asimismo un HUD –Head Up Display- imprime información sobre el parabrisas, como señalarnos en rojo algún automóvil que no tenga su sistema inteligente encendido –y al que, en minutos, la patrulla extraerá del camino-, puntos de interés turístico o informaciones generales o de último momento.
Si el caso fuera que deseáramos tomar el transporte público –con el auge del trabajo a distancia, los accesos a la ciudad no se encuentran tan congestionados como antes, y el transporte público circula algo más espaciado-, se lo comunicaremos a nuestro organizador personal, el cual transmitirá la información al poste más cercano para que esté disponible para el conductor –electrónico, claro, aunque en los transportes públicos se mantiene una presencia humana después de ciertos sucesos algo desagradables que ocurrieron al implantarse el automatismo completo- Asimismo, el poste nos informará la hora en que el próximo transporte pase por allí, y nuestro organizador, conociendo nuestro paso, nos recomendará que aceleremos la caminata, o que ya no tiene caso pues lo vamos a perder.
¿Pocos ordenadores a la vista? Bueno, a la vista sí, pero todo el proceso es ahora controlado por voz, hasta el mantenimiento y la carga de combustible, y el diseño de automóviles cada vez más se compenetra con el diseño de programas "conductores" de mayor eficiencia y más amigables para el humano.
¿La próxima sala? Bueno, no debería decírselos, pero vamos a ver cómo trabajan los que trabajan... ahora sí... en ordenadores. ¿Vienen?